Panegírico a una Maga y a su madre, microcuento de Ainoa Boyd

 

 

 

 

 

 

Diario literario de un confinamiento: Día 3 de mayo de 2020. 

Panegírico a una Maga y a su madre.

Autora: Ainoa Boyd.

Yo no la conocía de nada y quizá nunca lo hubiera hecho si no se hubieran ceñido cielos oscuros en nuestro horizonte.
Trabajaba en esos días tratando de esparcir pedacitos de luz de la inmensa aurora que nos nutría en esos tiempos y me dijeron:
–Tienes que hablar con ella porque te va a enseñar como se lleva el faro para alumbrar un camino que aún no has recorrido–.
Solo fueron 10 o 15 minutos creo, y es que el sentido del tiempo se pierde cuando el mundo se para. Y en ese poquito tiempo, que en realidad solo eran ceros y unos viajando por una red, me trasmitió tal fuerza, tanta verdad e ímpetu que quede eclipsada.
Los días siguientes la busqué, me embebí en todo lo que pude encontrar y siempre, no importaba los años del archivo, tenía ese mismo brillo y esa autenticidad arrolladora.
En nuestro fugaz encuentro me pidió muy poco y a la vez mucho, según se mire. Me dijo que para que el faro alumbrara con fuerza solo se necesitaba un acto, desnudarse y que con sólo eso el faro brillaría con tal intensidad que iluminaría el horizonte.
Y en el baúl de ceros y unos, ella repetía ese mensaje una y otra vez, e insistía; ensaya, trabaja, trabaja y trabaja. Y eso hice hasta el punto de llorar de impotencia y con lágrimas en los ojos y el entendimiento nublado seguí una y otra vez, buscando, arrancándome la piel para hallar esa desnudez.
Y por fin el reloj sonó un nuevo día y ahí estaba. Lo preparé todo y respiré y sonreí.
Y llegó el día del viaje. Había mucho barullo a los pies del arco iris que ese día iluminaba la oscuridad. Decenas de voces nerviosas y diálogos internos aún más ruidosos. La plataforma de ceros y unos lucía vacía en medio del caos y apareció ella, la Maga, vestida de oscuro y de calma, voz portentosa, mirada indescriptible y envuelta con un chal de sabiduría, y se hizo el silencio. Ella pronunciaba un conjuro mágico y, una por una o varias a la vez, salían volando por el arco iris y este se iluminaba arrancando exhalaciones de admiración entre las que esperaban.
Y así transcurrieron 12 horas, sin embargo, mientras yo esperaba y escuchaba noté un requiebro de alma y presté atención porque es un sonido que me resulta muy familiar y ahí la vi, desnuda y brillando con una potencia inusitada. Ya no había mantos, ni mirada profunda, ni voz portentosa, solo había esencia en estado puro y era más cierta y poderosa que nunca.
En ese momento entendí, como una bofetada de verdad, lo que días antes intentaba transmitirme y que algunas veces, fugaces en mi vida he sentido, no hay nada que pueda contra la desnudez, nada que evite el brillo de la vulnerabilidad, porque la verdad, así como el sol, no se puede tapar con un dedo.
Este panegírico es en honor a la dama que perdió a su madre en esta tragedia y a la madre que nos regaló un alma sabia. Su fuerza, su magia y su espíritu “viejo” no solo nos guió a través del viaje del arco iris, sino que además nos regaló el verdadero significado de la palabra resiliencia.

Luis Rodríguez-Vigil (Oviedo, 1963), La Maga Circe (detalle) óleo sobre lienzo, 240×310 cm (1995 -1996). Foto @Diana Olivera.

Más información sobre esta iniciativa: Diario literario de un confinamiento

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