Microteatro

 

Día 17 de abril de 2020: A cuidar las rosas.

Autor: Jaime Naveira.

Sinopsis: Una semana después de decretarse el estado de alarma, Fermín y su padre, Nicolás, tienen que seguir afrontando el confinamiento en ausencia de su madre y esposa, que ha tenido que ir a su centro de salud tras presentar los primeros síntomas de la enfermedad. La situación, de por si difícil, se ve agravada por los fallos de memoria de Nicolás, cada vez más frecuentes.

ESCENA PRIMERA

(Primera hora de la mañana. Fermín y Nicolás visten ropa de invierno y batas).

Fermín (Entra desperezándose y se dirige hacia la habitación de su padre).- Papá, ¿aún no te has levantado? Son ya casi las diez.
Nicolás (Desde dentro).- Ya voy, ya voy. No sé para qué tienes tanta prisa si no podemos ir a ninguna parte. (Entra).- ¿Se puede saber dónde está tu madre? Sabe que estamos en confinamiento y no se puede salir de casa.
Fermín (Le mira sorprendido).- Papá, ¿no recuerdas que ayer mamá nos dijo que no se encontraba bien? Ya te avisó de que se iba a acercar temprano al centro de salud para encontrar menos gente.
Nicolás.- A mí no me dijo nada.
Fermín.- Sí que te lo dijo, estaba yo aquí también.
Nicolás (Rotundo).- No me dijo nada. Me molesta mucho que tratéis de engañarme, como si yo fuera tonto.
Fermín.- Nadie trata de engañarte, papá.
Nicolás.- Además, ¿qué día es hoy?
Fermín (Algo aburrido).- Papá, hoy es 21 de Marzo.
Nicolás.- ¿Lo ves? ¿No es hoy cuando empieza la primavera?
Fermín.- De eso sí que te acuerdas. Es verdad, hoy empieza la primavera.
Nicolás.- Me acuerdo perfectamente de todo y ahora ya sé que me estáis engañando. Como empieza la primavera, seguro que tu madre ha salido al jardín a cuidar sus rosas. ¡Que manía tiene con sus rosas! Sabe muy bien que no se puede salir, que tenemos que estar en casa. Haz el favor de ir ahora mismo afuera y decirle que entre.
Fermín.- Ya te he dicho que mamá ha ido al médico.
Nicolás.- A mí no me dijo nada de eso y siempre me lo cuenta todo. Si tú no vas, iré yo mismo a buscarla al jardín. (Sale).
Fermín.- Papá, que mamá no está en el jardín. ¡Papá! (Suena el teléfono que está sobre la mesita y se acerca a contestar).- “Diga. Mamá, ¿pero por qué llamas?, ¿cómo? (Su gesto se vuelve serio).- Entiendo, ¿te van a llevar al hospital? Bien, es mejor que se aseguren. Tú tranquila que no será nada. Luego ya me acerco yo con el coche para recogerte. ¿Por qué? Vale, vale. Bueno, no te preocupes que todo irá bien. Llámanos en cuanto sepas algo. Sí, cuidaré de papá. Ahora se ha ido al jardín a buscarte convencido de que estabas cuidando tus rosas. No te preocupes que ya me ocupo de todo. Yo también te quiero, mamá”. (Cuelga).
Nicolás (Entra precipitadamente).- Tu madre no está en el jardín. ¿Se puede saber dónde ha metido?
Fermín.- Papá, mamá acaba de llamar por teléfono.
Nicolás.- ¿Cómo? ¿Pero por qué ha llamado?
Fermín.- Estaba en el centro de salud pero van a llevarla al hospital. El médico cree que puede estar infectada por el coronavirus.
Nicolás.- ¿Es esa cosa de la que hablan por la tele?
Fermín (Asintiendo).- Sí, papá. Es esa cosa de la que hablan por la tele.
Nicolás.- ¿Y a qué esperas? Vamos ahora mismo al hospital.
Fermín.- No podemos ir, papá. Las autoridades sanitarias han ordenado que no vaya nadie a los hospitales para evitar contagios, a menos que sea totalmente necesario.
Nicolás.- ¿Cómo que no podemos ir? ¿Tu madre va a estar sola?
Fermín.- Yo sí que podría ir, pero mamá me ha pedido que no te deje solo.
Nicolás (Enfadado).- ¿Qué no me dejes solo?, ¿qué no me dejes solo? ¿Creéis que no sé cuidar de mí mismo?
Fermín.- Papá, no es eso…
(Nicolás le da la espalda. Permanecen unos instantes en silencio). Nicolás.- ¿Qué día es hoy?
Fermín.- Papá, hoy es 21 de Marzo.
Nicolás.- ¿Y hoy empieza la primavera?
Fermín.- Sí, hoy…
Nicolás (Se vuelve).- ¡Lo sabía! Me estáis engañando. ¿En el hospital? ¡Ja, ja, ja! Tu madre sabe que no podemos salir y aún así ha ido al jardín a cuidar sus rosas. Voy a buscarla.
Fermín (Se interpone antes de que llegue a la salida).- Espera, espera… ¿Qué te parece si antes de ir a buscar a mamá desayunamos? Voy a preparar tostadas con mermelada de melocotón, como a ti te gusta.
Nicolás (Sonríe).- ¿Con mermelada de melocotón? (Fermín asiente).- ¿Y luego vamos a buscar a tu madre? (Fermín asiente de nuevo).- Pues vamos. (Salen hacia la cocina).

 

SEGUNDA ESCENA.

(Fermín y Nicolás con ropa más ligera y sin batas).

Fermín (Entrando).– Papá, ¿aún no te has levantado? (Nicolás entra desde su habitación con la ropa mal puesta).- Pero hombre, ¿ya no sabes vestirte? (Se acerca y le coloca bien el cinturón y la camisa).- ¿Dónde está el Nicolás que siempre se ponía de punta en flor antes de salir de casa, él que decía que había que salir impecable para tener un día perfecto? (Lo mira a los ojos).- Hoy estás poco hablador. (Nicolás parece ausente).- ¿No quieres desayunar? (Le habla al oído).- Te voy a preparar tostadas con mermelada de melocotón y aún nos queda un poco de jamón.
(Nicolás se aparta y se sienta en el sofá).
Nicolás.- ¿Qué día es hoy?
Fermín.- Hoy es 2 de Abril.
Nicolás.- ¿Y tu madre dónde está?
Fermín (Suspira).- Papá, mamá está en el hospital.
Nicolás.- ¿En el hospital? Pero si está muy bien. ¿A qué ha ido al hospital?
Fermín.- Mamá está delicada. Se ha infectado con el coronavirus y por eso la tienen en el hospital.
Nicolás.- No lo entiendo. Además, me lo habría dicho.
Fermín (Intentando cambiar de tema).- ¿Ponemos un poco la tele? Estos días emiten partidos de fútbol de hace años. Seguro que eso te gusta. (Se siente a su lado y pulsa el mando a distancia).- A ver… España-Dinamarca, Mundial de México de 1986. ¿Recuerdas este partido? (Nicolás no contesta).- Ganamos 5-1 y Butragueño marcó cuatro goles. Fue impresionante. ¿No quieres verlo?
Nicolás.- ¿Qué día es hoy?
Fermín.- Hoy es 2 de Abril, papá.
Nicolás.- ¿Y tu madre dónde está?
Fermín (Se levanta bruscamente).- Está en el hospital, papá, mamá está en el hospital.
Nicolás.- Pero si está muy bien. ¿A qué ha ido al hospital?
Fermín (Pierde los nervios y grita).- Porque está infectada por el coronavirus. Papá, te lo he dicho mil veces, te lo digo todos los malditos días. ¿Es qué no me entiendes?.
Nicolás (Asustado, le tiembla la voz).- Ella… ella… me lo habría dicho.
Fermín (Se deja caer en el sofá).- Te lo dijo, papá, te lo he dicho yo. Este maldito
confinamiento va a volverme loco. Mamá en el hospital, sola, pero no podemos ir a verla; nadie con quien hablar, tú no entiendes nada y, lo peor de todo es que no sabemos cuándo terminará esta pesadilla. (Esconde la cara entre las manos. Hay unos instantes de silencio).
Nicolás.- Seguro que tu madre ha salido al jardín a cuidar sus rosas, no piensa en otra cosa. Voy a buscarla.
(Fermín se levanta y le alcanza antes de que salga).
Fermín.- Papá, no podemos salir. Estamos en confinamiento.
Nicolás.- ¿En qué?
Fermín.- Que no podemos salir.
Nicolás.- ¿Por qué?
Fermín.- Para evitar contagios.
Nicolás.- ¿Qué contagios?
Fermín (Suspira).- Papá, ¿qué te parece si vamos a desayunar? Te haré las tostadas y nos comemos el jamón.
Nicolás (Sonríe).- ¿Las tostadas con mermelada de melocotón?
Fermín.- Sí, con mermelada de melocotón.
Nicolás.- Con el hambre que tengo. ¿Por qué no lo has dicho antes?
Fermín (Llevándolo hacia la cocina).- Venga, vamos.
Nicolás.- Pero tienes que ir a buscar a tu madre al jardín para que venga a desayunar. (Salen).

TERCERA ESCENA

(Ha pasado más tiempo. Fermín y Nicolás usan ropa mucho más ligera).
(Entran en el salón desde la habitación de Nicolás que camina torpemente. Fermín lleva a su padre del brazo).

Fermín.-¡Que bien te ha venido el afeitado papá!. Ya empezabas a parecer el capitán pirata. Mira que suave te ha quedado la cara. ¿Verdad que tengo buena mano? (Lo lleva al sofá).- Venga, siéntate. En seguida te traigo el desayuno. Se nos ha acabado la mermelada de melocotón hasta que llegue pasado mañana el pedido que hice al supermercado por internet hace tres semanas. ¡Tres semanas!, ¿te das cuenta? Casi toda la gente debe de estar intentando hacer la compra de la misma manera y todo va con retraso. Pero no te preocupes, porque esta vez pedí tres frascos de tu querida mermelada para que no se nos acabe antes de tiempo. ¡Y jamón también! Hoy te haré las tostadas con mantequilla, ya sé que eso también te gusta. ¿O no? (Nicolás no responde).- Parece que te da igual. (Se acerca a él).– Papá, ¡cuanto echo de menos tus charlas y tus consejos! Fíjate que hasta echo de menos que me riñas como cuando era un niño. (Sonríe).- ¿Recuerdas cuándo rompí la ventana de la cocina porque quería comprobar si aguantaba bien el golpe del martillo? ¡Como te pusiste! “Está claro que el cristal no aguanta el golpe”, me gritaste.
Nicolás.- ¿Qué día es hoy?.
Fermín.- Hoy es 23 de Abril, papá.
Nicolás.- ¿Y tu madre dónde está?
Fermín (Se sienta a su lado y le acaricia el brazo).- Mamá está en… ¿Qué más da? Volverás a preguntármelo dentro de dos minutos. Ojalá estuviera aquí ¿verdad? No te preocupes, estoy seguro de que volverá muy pronto y estaremos otra vez juntos, siempre juntos, ya lo verás. (Lo mira pero Nicolás parece ausente de nuevo).- Pero ahora te vas a estar aquí quietecito y sin moverte mientras preparo el desayuno. En seguida vuelvo. (Fermín se levanta y camina hacia la cocina, pero antes de que salga suena el teléfono. Vuelve sobre sus pasos y lo coge de la mesita).- Diga. Sí, doctor Ramírez, soy yo, dígame…¿qué?… ¿cuándo ha sido?. Sí, sí, entiendo. Doctor, ya sé que mi madre estaba mal, pero yo no creí que… Lo comprendo. Sí, iré en cuanto pueda para ocuparme de todo. Gracias por llamar y por todo lo que han hecho, doctor, usted y todo el personal del hospital, gracias, Adiós. (Cuelga el teléfono, se sienta junto a Nicolás y le coge de la mano).- Papá…
Nicolás.- ¿Y tu madre dónde está?.
Fermín (Con voz temblorosa).- Mamá… mamá…
Nicolás.- ¿Ha salido al jardín a cuidar las rosas? No piensa en otra cosa.
Fermín (Asintiendo).- Sí… a cuidar las rosas. (Nicolás sonríe y Fermín apoya la cabeza en su hombro).

TELÓN

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Día 3 de junio de 2020: Ahora que se puede.

Autor: Carlos Gil de Gómez.

LEANDRA. SIRVIENTA

GENE. MUJER DE ÓSCAR

ÓSCAR, MARIDO DE GENE

(En la cocina del piso. Gene pasa revista a Leandra). 

–Quiere que compre algo para la cena, señora –pregunta Leandra con su dulce y cantarina voz –Puedo prepararle algo para la cena al señor y a la señora –Gene le había dejado claras un par de cosas antes de comenzar a “servir” (como lo llamaba la señora). Una de ellas era cómo debía dirigirse a ellos, dentro y fuera de la casa. Nada de llamarlos por su nombre y nada de referirse a ellos en el marcado por otros términos que no fuesen esos. Les deba una distancia que a Gene le gustaba: ellos eran el señor y la señora y ella era, simplemente, Leandra, a secas.

–No, cenaremos fuera, ahora que se puede –no estaba segura de ello, pero después de esta respuesta, daba por seguro que cenaría fuera. Le encantaba, como señora que siempre había aspirado a ser, poder cambiar de opinión y de planes sobre la marcha, lo identificaba con un signo de poder y de libertad de acción frente a otra persona que debía atenerse a sus cambios de humor.

–Muy bien señora.

–¿Has limpiado los baños?

–Si, señora.

– ¿Y planchado las camisas?

–Si, señora.

–Bien –contesta satisfecha Gene pensando qué más debía hacer antes de dejarla marchar, algo parecido al comportamiento de la madrastra de Cenicienta pero en un cuento mucho más crudo y real: ni una era viuda de Rey, ni otra se terminaría casando con un príncipe azul.

Leandra estaba de pie, frente a la señora, esperando a que terminase de preguntarle por todo lo que debía estar acabado, tratando, está segura, de descubrir algún aspecto que le permitiese echarle en cara algo.

–¿Y el horno? El otro día estaba sucio por dentro, entre las resistencias.

–Sí señora, lo limpié el lunes.

–Bien.

Ni que decir tiene que Leandra llevaba puesto algo parecido a un uniforme, una especie de delantal un poco más largo de fondo blanco con gruesas rayas azules que dejó en sus manos la señora el día que la contrató o para ser exactos el día que empezó a trabajar en esa casa porque de contrato ni habían llegado a hablar. Lo cierto es que tenía mucho cuidado en no ensuciar el uniforme, básicamente porque no tenía otro, por lo que no podía olvidar lavarlo en su día libre para que estuviese limpio, seco y planchado.

–Otra cosa, ¿cómo se llaman los platos típicos que nos haces? La tortilla de papas, nogales o nagalas, el menudo y todo eso. He pensado que un día voy a invitar a mis amigos a cenar, ahora que se puede, y nos haces 6 o 7 platos tuyos para que los prueben. Estamos todo el día en restaurantes exóticos y te tenemos aquí… mientras no sea comida china… –termina como si hubiera descubierto ahora que Leandra se hubiese criado lejos de España.

–Le puedo hacer llapingachos, nogadas, muchines, fanecas,… –le costaba recordar 8 platos así, sin pensarlo previamente. Desde luego, era curiosa, como “La muso” llegaba a pedirle que cocinase la comida de su país cuando, desde siempre, había despreciado todo lo que tuviese que ver con ella. Un día la llegó a denominar comida de la tribu y ahora resulta que era exótica. Su cara nunca dejaba entrever sus pensamientos, eso lo había aprendido desde el momento que había empezado a trabajar en casas de españoles. La muso, como le había apodado sus amigas cuando les contaba cómo era: “La muso”, de Mussolini, le había dicho entre risas su buena amiga Camila. Si ya era dura aguantarla días alternos, el confinamiento le había “cogido” allí y no le habían dejado marcharse, so pena de perder el empleo. Lejos de los suyos y aguantando las impertinencias de la arrugada dictadora.

–Lo que quieras. Me dices antes lo que es y cómo se llama cada cosa –Gene estaba pensando en el protagonismo que tendría esa noche antes sus amigos. Exotismo gastronómico en su propia casa. Sonríe para ella misma, satisfecha por su genial idea.

 

(Gene sola en la cocina, escudriñando cada rincón en busca de algún defecto).

Con Leandra en su habitación, Gene echa una ojeada a la cocina para, de un modo poco consciente, buscar algún error o dejación de funciones de su empleada. Al apreciar todo a su gusto le asalta una extraña sensación de desazón y felicidad: estaba todo tan perfecto que no podría castigar psicológicamente a la chacha. De vuelta a la habitación, le asaltan los fantasmas de la reciente cena y la conversación sobre inmigración y política.

(En la habitación, Óscar y Gene repasan el estado de la cuestión). 

–No me jodas –espeta sin mucho miramiento–. Van a traer todas las enfermedades a España. Y los de la Unión Europea ni se enteran. Ahora los chinos…

–Ya –contesta Óscar sin prestar demasiada atención, ya se había tratado durante la cena y lo creía acabado.

–Es verdad. Viene aquí sin papeles, sin nada… que no sé porqué no se quedan en su país y claro, traen sus enfermedades –Gene estaba convencida de que todos los males procedían del comunismo o del tercer mundo. –si es que lo digo siempre…

Mientras habla con su marido, sigue quitándose la ropa y los pendientes. Busca el camisón debajo de la almohada en una cama sin la más mínima arruga. Ya se lo dejó bien claro a Leandra, que no quería ni una arruga en la cama del señor y de la señora. Le molestaba tener que explicarle a una “gringa” (así denominaba a todos los latinoamericanos y filipinos) que, en su país, las camas deben estar bien hechas. Con todo lo que le pago, ya debería estar satisfecha, se decía siempre, no tenía la culpa de que en sus países no tuviesen camas.

–Es que ahora, con lo del Ébola… –Oscar nota a su mujer especialmente irritada con ese tema. Más que de costumbre.

–Eso ahora, pero antes fue la gripe aviar y lo de las vacas locas y muchas más… y el Ébola –lo cierto es que no sabía ninguna más, ni siquiera si la gripe aviar tenía algo que ver con los inmigrantes, pero poco le importaba.

–Si… Luego se queda en nada… –resopla Óscar sin pensar, mientras apoya cuidadosamente su reloj en la mesita de noche.

–¿En nada? Ya me lo dirás cuando no podamos salir de casa, ya me lo dirás.

–Quería decir que muchas de sus enfermedades no llegan a España –se disculpa.

–¿Que no llegan a España? Pero qué iluso eres. Si no vieras tanto la Sexta… –Ironiza Gene.

–No veo la Sexta.

–Bueno, es igual. Es que he discutido con Gloria esta mañana, en el trabajo. ¡Esa sí que ve la Sexta! –Dice Gene levantando un poco la voz.

–Menuda socialista está hecha esa o algo peor… –Óscar trata de calmar a su mujer, que no le había comentado ese nuevo incidente con su compañera de trabajo. No quiere escuchar otra vez la típica discusión con Gloria.

–Es que me pone de los nervios. Que si vienen porque no tienen otro remedio, que si debemos atenderlos, no me… –Gene contienen su palabras.

–No le hagas caso. Vamos a dormir.

Óscar apaga la luz de su mesilla mientras observa como su esposa se da crema en las manos. El ritual de cada noche. Cuando ésta acaba, deja el tarro dentro del cajón de su mesita y apaga la luz.

–Por cierto, amor, no te he preguntado qué tal el día.

–Bien, sin novedad –miente Óscar con el único fin de no comenzar otra conversación y poder dormir. Nadie podía imaginar lo largas que se le estaban haciendo las semanas de confinamiento junto a esa persona deplorable, racista y, sobre todo, clasista, como si ella aportara algo a la sociedad, a la casa o a su relación.

–Y otra cosa, yo no vuelo a salir a aplaudir al balcón, no se piensen estos comunistas que les aplaudo a ellas.

Vicente Albán (Quito, 1725-desconocido). Yapanga de Quito, 1783.Pintura al óleo, @Museo de América de Madrid.

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